versos de la vida
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versos de la vida

Vivir alegremente y confiar en los buenos versos

Ahora es el momento de la alegría,
Ni la mejilla ni la lengua son tontas;
Para con la tierra flow’ry
La pompa dorada ha llegado.

La pompa dorada ha llegado;
Por ahora, cada árbol se desgasta,
Hecho de papilla y chicle
Ricas cuentas de ámbar aquí.

Ahora reina la rosa, y ahora
Th ‘Arabian rocío besamears
Mi frente incontrolada
Y mis pelos replicados.

Homer, esta salud para ti,
En saco de tal tipo
Que te haría ver
Aunque nunca estabas tan ciego.

A continuación, Virgil voy a llamar
Para prometer esta segunda salud
En el vino, de quien cada taza vale
Una república india.

Una copa a continuación beberé
Para Ovidio, y supongamos,
Hizo la promesa, pensaría
El mundo tenía una sola nariz.

Entonces esta copa inmensa
De vino aromático,
Catulo, yo cocine
Para esa musa terca de tuyo.

Salvaje ahora estoy con calor;
¡Oh, Baco! enfríe tus rayos!
O frenético, comeré
Thy thse, y muerde las bahías.

Redondo, alrededor del techo corre;
Y siendo violado así,
Ven, beberé un tun
Para mi Propertius.

Ahora, a Tibulo, a continuación,
Este diluvio te bebo;
Pero quédate, veo un texto
Que esto me presenta

He aquí, las mentiras de Tibulo
Aquí quemado, cuyo pequeño retorno
De cenizas escasas
Para llenar una pequeña urna.

Confíe en los buenos versos entonces;
Ellos solo aspirarán,
Cuando las pirámides, como los hombres,
Se pierden en el incendio funerario.

Y cuando todos los cuerpos se encuentran,
En Lethe para ahogarse,
Entonces solo los números dulces
Con la vida sin fin están coronadas.

El jardín de versos de un niño

Para las largas noches que yacías despierto
Y miraba por mi indigno indigno:
Para tu mano más cómoda
Eso me llevó a través de la tierra desigual:
Para todos los libros de cuentos que lees:
Por todos los dolores que consoló:

Por todo lo que compadeciste, todo lo que soportaste,
En días tristes y felices de antaño: –
Mi segunda madre, mi primera esposa,
El ángel de mi vida infantil–
Del niño enfermo, ahora bien y viejo,
¡Toma, enfermera, el librito que tienes!

Y concédele, cielo, que todos los que lean
Puede encontrar como una querida enfermera en necesidad,
Y cada niño que enumera mi rima,
En el brillante, junto a la chimenea, vive el clima,
Puede escucharlo en una voz tan amable
¡Como hice mis días infantiles se regocijan!

R. L. S.

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